Vivimos una realidad familiar principalmente marcada por el desapego afectivo, la ausencia de límites y el liderazgo invertido entre padres-hijos. La realidad social y económica, hay que reconocer, es completamente incompatible con la crianza de los hijos y la armonía familiar; de forma involuntaria esto nos lleva a dejar a la familia en un segundo plano, no pudiendo cubrir el tiempo que nos gustaría pasar con nuestros hijos, estando tan exhaustos al final de la jornada que nos sentimos incapaces de atender sus continuas demandas, delegando el apego afectivo a la televisión, el ordenador o algún sucedáneo que nos permita poder respirar en un mundo que cada vez ahoga más.
Con un gran sentimiento de culpa, los padres suplen estos aspectos con una educación laxa, permisiva, y basada en valores democráticos y de libertad distorsionados. Desaparecen las pautas, las normas, bajo el pretexto de que en casa todos somos buenrollistas y cada uno sabe, como por arte de magia, lo que tiene que hacer; y sino ya aprenderán. Sin darse cuenta, un buen día descubren que en casa mandan los pequeños (o los no tan pequeños) y que los padres son esclavos, ya no sólo de un sistema político corrompido y de un sistema económico decadente, sino de unos hijos déspotas cuyo eje fundamental en la vida son ellos mismos. Las alarmas hace tiempo se dispararon pero nadie supo qué hacer o sencillamente se ignoraron y ahora la cosa está en un punto realmente complicado y difícil de resolver... ¡pero no imposible!
Si a este caldo de cultivo le añadimos la variable de una separación que acució hace diez años, y la formación de una nueva pareja que viene a vivir con la familia biológica nos encontramos ante mi caso, uno de los mayores retos de mi vida al que me he tenido que enfrentar. Si esta también es tu situación y la opción de salir corriendo ya la has descartado, es fundamental que te equipes con una gran dosis de paciencia, porque la vas a necesitar. Eres la extranjera y la usurpadora, por tanto vas a estar sola en lo que yo llamo La Guerra Fría.
Y, llegados a este punto, ¿qué podemos hacer? En primer lugar, es fundamental tener claro hacia dónde queremos ir. Para que una familia funcione, especialmente cuando uno de los padres es "adoptado", hay tres aspectos fundamentales que deben contemplarse para cada uno de los miembros:
- Pertenencia: Todos los miembros deben procurar crear un espacio para que todos, incluido el nuevo miembro, se sientan parte de la familia. De primeras esto no sucede así, por tanto, desde el minuto 0 recomiendo pactar con tu pareja cómo vais a encarar este proceso de incorporación, negociar ambas partes las necesidades de cada uno y dejar claro qué aspectos son innegociables. En mi caso, por ejemplo, era fundamental introducir el elemento "orden" en la casa, pues cuando llegué todo estaba manga por hombro y allí nadie hacía nada, lo cual me suponía a mí un esfuerzo desproporcionado diario inasumible.
- Equilibrio entre dar y recibir: Bajo ningún concepto asumas tareas y responsabilidades que no te tocan, y menos pensando que lo van a reconocer, valorar y que algún día te van a echar una mano. ¡Expectativas fuera! Esto no sucede en la mayoría de casos. Desde un principio es importante pactar una contribución en la casa por parte de todos, cada uno en la medida de sus posibilidades. Y no hablo sólo de las tareas domésticas, sino de las responsabilidades para dirigir el barco también, la distribución de los espacios compartidos... ¡¡todo!! Todos los miembros deben aportar su granito de arena para hacer que la convivencia sea fluida, aprender a compartir y, sobretodo, ser muy flexibles y tolerantes con las necesidades ajenas. De esta forma, todos los miembros dan y también reciben.
- Cada uno debe saber cuál es su sitio: Con un caldo de cultivo como el que planteaba más arriba, es muy probable que los roles en tu nuevo hogar se hayan distorsionado, intercambiado, o... Sin embargo, si queremos que la familia se construya desde la felicidad es fundamental y clave que todos los miembros ocupen su lugar. Cuando yo llegué a casa, la habitación de matrimonio la ocupaba la hija mayor, que actualmente tiene 23 años; esto era muy simbólico ya que era la que mandaba en casa. El papel del padre estaba completamente anulado y la ausencia del papel de una madre dejaba al descubierto las relaciones de poder en la casa. Mi entrada no podía más que causar conflictos ya que no estaba dispuesta a dejarme mangonear por una chica que entraba en una adolescencia tardía. En este punto, no obstante, debes tener claro que el timón lo lleva fundamentalmente el padre de familia, el capitán del barco, por tanto, desde el minuto 0 te recomiendo que encares este aspecto con tu pareja. En primer lugar, debes hacerle comprender que este sistema educativo no funciona y sólo puede causar problemas; después debes hacerle comprender la importancia de su papel como padre y mediador de toda esta nueva situación y, por último, debes hacerle comprender las consecuencias nefastas de seguir por este camino. Lo mejor sería acompañaros de asesoramiento profesional con un proceso de terapia sistémica.
Llegados a este punto, es importante asumir que el cambio que se va a producir en casa va a hacer aflorar conflictos ya que las resistencias de cada uno estarán muy presentes, de ahí la importancia de la paciencia. Como ves, la comunicación también juega un papel fundamental para empezar a hacer las cosas bien desde el principio. En cualquier caso, no dudes en apoyarte en gente experta o de tu confianza para que proporcionen una perspectiva más objetiva del asunto. Indudablemente, cualquier ayuda o nueva visión ayuda enormemente a sobrellevar el desgaste que todo esto provoca.